lunes, 17 de septiembre de 2012

Entre la vuelta al cole y la vuelta a casa (de mis padres)

Ser profesora interina supone estar en tu casa consultando foros de sindicatos y portales de educación esperando a que te llamen, cada vez más tarde, para ir a no se sabe dónde a dar no sé qué asignaturas. Cada localidad es diferente y cada centro también. Y las distancias siempre son un misterio.

A veces sale una un poco angustiada de esos foros, porque tener que rebuscar entre declaraciones mediáticas de políticos y sindicatos para ver lo que pasa con tu situación laboral, con las sorpresas estatales los viernes y las regionales cualquier otro día de la semana, es bastante triste. Por no hablar de que oír hablar del “despilfarro de lo público” cuando no tenemos calefacción en invierno, ni fotocopia sin cobrar al alumno es bastante irritante. Entretanto hay que ir un poco ilusionada a clase para que no afecte a los chavales.

Yo ya me había acostumbrado a esta incertidumbre del destino, en mis primeros años era hasta divertido. Cada curso me he ido tranquilizando con la idea de tener trabajo para el siguiente, hasta que llegó la tijera hace un año. Conseguí la última plaza de las vacantes. Me pareció grave porque cada curso mejora mi puesto en la lista y siempre había tenido unas diez personas que trabajaban detrás de mí en lista.

El último día de curso me enteré de que yo no corregiría el examen, que sin embargo tuve que dejar hecho, a pesar de que el centro no tenía ningún otro docente de mi especialidad para hacerse cargo. Ese mismo día me enteré también de que mi departamento, Lenguas Clásicas, había desaparecido y las horas las asumiría el Departamento de Lengua, además mis alumnos no tendrán continuidad en estas materias porque ahora se considera que son demasiado pocos y les han acoplado a otra optativa. Si quieren estudiar latín y griego, tendrán que cambiarse de instituto, lo que en este caso significa cambiar de localidad. Es ahora cuando ellos se están movilizando, después de pasarse todo el año riéndose de mis huelgas y de mi camiseta verde.

En unas semanas saldrá un nombramiento extraordinario, no tengo mucha esperanza, pero viendo que en mi especialidad, Latín, se ha reducido el número de interinos en un 87% con respecto al año pasado que ya había aparecido la tijera en la asignación de destinos, supongo que a alguien más habrá que llamar.

Como siempre he vivido cerca del pueblo donde trabajaba, he vuelto a casa de mis padres y no veo posible independizarme con lo que me queda de paro. La interinidad me ha dejado un coche destrozado de tanto desplazamiento y el alma un poco cargada de estudiar por temas. La oposición es bastante dura, a pesar de lo que oigo por ahí. Sólo un año me quedé a una centésima de conseguir la plaza y eso te mina un poco la moral, aunque siempre he aprobado en esta comunidad. Como el contrato de docencia, al menos en la pública, es de exclusividad, es difícil que puedas compaginarlo con otros trabajos.

Veo parejas de interinos pagando una hipoteca en un sitio intermedio entre sus destinos sin destino, gente con plaza que ha hecho su vida alrededor de su centro que está siendo desplazada de un día para otro o simplemente docentes que después de muchos años trabajando en esto se van a la calle. Lo peor es ver cómo se quedan los alumnos y las condiciones laborales. Casi es un privilegio tener que volver a casa de mis padres con 28 años, de la que al final nunca te has ido, porque entre curso y curso, les llenas todo de cajas del kit de la interina y básicamente, veraneas en la casa de tus padres y te ahorras el alquiler y la gasolina y así tienes para el próximo curso.

Ahora mismo estoy planteándome qué haré este año. Si tuviera la suerte de encontrar un trabajo fuera de la docencia, tendría que dejarlo si me llamasen si quiero mantenerme en lista y si consigo un contrato como docente y aviso con tiempo, me mantendrían en lista, pero en último lugar. Líos de la burocracia. También de esto hay que enterarse mucho cuando eres interino. Aunque yo haya tenido que volver a casa de mis padres, veo que hay compañeros que están en peor situación y esos también me preocupan, además de los docentes que se comerán el pastelazo de hacer funcionar un centro con el 75% menos de interinos.

Sinceramente, quiero seguir dedicándome a esto. Así que estoy desempolvando los apuntes y empezando a estudiar las cosas que me gustaban para no acabar torturada por mi propia materia. Tengo que amarla para poder enseñarla. Parece que decir ahora que quiero seguir trabajando para poder dedicarme a esto, con mi plaza o sin ella, es una locura. Llevo unos años dedicándome a esta locura y quiero continuar. Mi problema ya no es cuándo me llamarán, sino para qué me llamarán y para qué me estoy preparando. Mi suerte y mi desgracia es que jamás me he hecho un plan de futuro. Si van a destrozar esto en lo que creía, mejor voy haciendo las maletas de apuntes y reciclándome. Parece que es lo que está pasando. Esta incertidumbre es mucho peor que todas las demás que he tenido nunca como interina.

El Diario. es

Carmen Escobar es profesora interina en Castilla-La Mancha. A 15 días de comenzar el curso escolar, no sabe si tendrá trabajo ni dónde. Ha vuelto a vivir a casa de sus padres.

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